drodriguez 2 marzo, 2017

Unos 30 talleristas trabajaron en la edificación natural durante el curso dictado por el arquitecto Andrés Rogers.

Gracias a un sistema de riego para los momentos de máxima sequía, a fin de mantener la vegetación viva, el «techo verde» construido donde funcionará el jardín de la comunidad educativa Pynandi, en la avenida Urquiza 6.424 de Posadas, no solo será agradable a la vista sino que se convertirá en una clara muestra de sustentabilidad ligada a la construcción en la capital provincial.

Fue realizado en oportunidad del taller a cargo del arquitecto Andrés Rogers, junto con un nutrido grupo de profesionales de las distintas ramas de la arquitectura que buscan formar biotipos en las ciudades ya que mejoran el aire y tienen considerables ventajas: “Enfrían en verano, calientan en invierno y prolongan la vida útil del techo. Además son fáciles de realizar y más baratos que otros”, comentó Rogers consultado por las utilidades de los techos vivos.

La modalidad empieza a mostrar los primeros resultados en Misiones, pero están muy extendidos en el resto del mundo.

Nuestra primera incursión con los techos verdes en Misiones fue en el marco de un taller con nuestro mentor Gernot Minke, realizado en Colonia Paraíso. En aquel entonces se hizo el techo de un hostel, como proyecto del estudio de arquitectura”, describió Rogers.

Hay distintos tipos de techos vivos: el que se hace en una terraza dentro de un edificio en las ciudades, que pasan a ser los patios de los habitantes de los edificios. Esos tienen el mismo mantenimiento que cualquier jardín: regar, cortar el pasto y demás”, contó sobre las distintas maneras de construcción.

Según la detallada explicación de Rogers, “los techos vivos en los que hay poca accesibilidad son los que tienen mayor eficiencia, porque están más ligados a la sustentabilidad, no tienen mantenimiento. Puede crecer cualquier planta, hasta unos 40 o 50 centímetros de pastizal y no hay que cortarlo ni fertilizarlo, porque generan su propio bioma que se va regenerando”.

Si bien hay que verificar que no crezcan árboles o plantas que puedan dañar la aislación, no hay otro riesgo”, dijo sobre las precauciones.

En ese sentido, sobre las tormentas tampoco habría que complicarse mucho porque “un techo de estos tiene un peso importante. Alrededor de 200 kilos por metro cuadrado. Es muy poco probable que un techo así sea perjudicado por los temporales”, aseguró.

Respecto de la sobre-saturación con agua, el experto agregó que “tampoco pasa nada, la estructura está calculada por un ingeniero para soportar, una vez que la tierra absorbe toda el agua, rebalsa por encima, no le hace absolutamente nada al techo. El tema es que siempre tenga vegetación, de ahí la importancia del sistema de riego cuando no llueve de seguido”, insistió.

El tema es que mientras tenga vegetación viva está todo bien. Si no hay, cuando estas tormentas se desatan, se lava la tierra y eso sí es un problema”.

Semillero y auto-construcción

Durante la charla con este Diario, Rogers recordó que desde el taller dictado por Gernot Minke, en Misiones, surgieron tres empresas de techos vivos. Se hizo el primer aprendizaje teórico y práctico, comprendieron las opciones y con espíritu emprendedor se pusieron a hacerlo.

No es una técnica súper sofisticada, salvo el sistema de riego -si es que se hace computarizada-, sino es enchufar mangueras, calcular el caudal, ver que sean mangueras anti-raíz”, opinó.

Me parece un sistema extremadamente eficiente para reducir el consumo energético y para devolver a la tierra la superficie vegetal que le sacamos a construir nuestras casas. Como lógica de equilibrio con el medio en el cual habitamos, me parece altamente efectivo. Esa búsqueda es la que me llevó a la bioconstrucción”, definió acerca de cómo se dedicó a explorar las posibilidades y cualidades técnicas de estas construcciones. En ese sentido, está probado que la energía aplicada en la producción de este tipo de arquitectura es muchísimo menor que la construcción convencional.

Un techo vivo requiere de una inversión muy baja y como proceso natural prolifera lo que debe estar. Luego, los ahorros que produce son muy importantes”, concluyó.

De abajo hacia arriba

Para aprovechar al máximo el material disponible, los grupos de trabajo se repartieron tareas. La consigna fue retirar el pasto que estaba debajo del tinglado para colocarlo encima.

Es sustentabilidad en todo sentido: no perder el césped a causa de la construcción que se va a hacer, sino situarlo arriba, vivo”.

Sobre Andrés Rogers

Es uno de los impulsores de la organización Práctica Sustentable, formado bajo la pedagogía Waldorf, y en la Facultad de Arquitectura de la UBA, donde se desarrolló como docente. En Misiones hizo su primera incursión en un hostel en el Moconá.

 

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