Especialistas del CONICET y del INTI desarrollaron un modelo de autoconstrucción de estufas de bajo costo a partir de materiales como el adobe, que mantiene el calor por más tiempo, y un sistema de doble combustión.
La llaman Sara y es una estufa. Aunque su nombre suene familiar, es en realidad la siga de la estufa Social Argentina de Alto Rendimiento, creada por un equipo multidisciplinario de investigadores, docentes y alumnos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU) en colaboración con técnicos y profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
Se trata de un artefacto que según el investigador independiente del CONICET en FADU, Rodolfo Rotondaro, «puede ser construido por cualquier persona con mínimos conocimientos, siguiendo instrucciones de un manual muy accesible.» Rotondaro cuenta que el primer prototipo de SARA fue diseñado por ambos grupos de investigación y se construyó en INTI-Energía evaluando las necesidades de las familias que no tienen acceso a una calefacción adecuada mínima con funcionamiento seguro que permita el control de humos y evite situaciones de riesgo habituales de los braseros y estufas caseras rudimentarias.
La intoxicación por monóxido de carbono es la causa más frecuente de muertes accidentales por intoxicación y suele denominarse «el asesino silencioso».
La SARA es más económica que cualquier estufa similar disponible en el mercado; se fabrica a partir de materiales accesibles como el adobe, que mantiene el calor en el ambiente por más tiempo que las estufas comunes, y su sistema de doble combustión permite quemar la leña de forma más eficiente y limpia.
A diferencia de las estufas comunes, la combustión en SARA se realiza en dos etapas. La leña cargada en la caja de fuego se quema con muy poco aire. Luego, los gases generados se dirigen hacia la segunda cámara donde se mezcla con el aire secundario, que provee el quemador secundario y se completa la combustión generando una segunda llama. La adecuada mezcla de aires permite la quema del humo, con lo cual se aprovecha mejor el calor. Las instrucciones para su armado están en la página del Inti.
Una campaña contra «el asesino silencioso»
La intoxicación por monóxido de carbono es la causa más frecuente de muertes accidentales por intoxicación y suele denominarse «el asesino silencioso», que cada año cobra más vidas. Una de las ventajas del modelo presentado por el CONICET y el INTI es que permite un uso más eficiente del material reduciendo al mínimo los efectos tóxicos generados por la quema de combustibles. En lo que va del año, ya hubo 16 muertes por intoxicación con monóxido de carbono. Por eso, desde el comienzo del invierno, varias organizaciones (entre las que se destacan Defensa Civil y la Red Solidaria) lanzaron la campaña #AbriLaventana con el objetivo de prevenir esas muertes evitables. Según estimó Juan Carr, vocero de la Red Solidaria, el promedio anual es de 50 muertes por esa causa.
La intoxicación con ese gas tiene un aliado: la falta de precacuión y el desconocimiento por parte de la población de las características físico químicas del monóxido de carbono (CO), que es imperceptible para los sentidos, ya que es un gas inodoro, incoloro, insípido y no irritante: se forma al prender un artefacto para calefacción en un ambiente sin entrada de aire del exterior: calefón, hornalla, brasero, fogón, chimenea, horno o estufa. El monóxido de carbono se genera por la combustión incompleta, es decir, en ausencia o frente a bajas concentraciones de oxígeno, de materia orgánica o de sustancias combustibles como gasolina, carbón o madera. La consigna alentada por la campaña, entonces, asegura que con cinco centímetros de apertura de la ventana alcanza para evitar la acumulación de este gas.