Heather y Dwayne Bailey fundaron hace 15 años una ONG para facilitar que los programas estuvieran disponibles en los once idiomas oficiales de Sudáfrica.
En internet se utilizan tan solo unas 500 lenguas de las más de 7.000 que existen en el planeta, casi la mitad de ellas en riesgo de desaparición a finales de siglo, según la UNESCO. Evidentemente, la situación era peor a principios del milenio, cuando algunos ciudadanos se encontraban con problemas incluso para acercarse a la informática. Por ejemplo, los sudafricanos.
“Los ordenadores estaban solamente disponibles en inglés y teníamos amigos que no sabían inglés, ya que hablaban xhosa”, explica el desarrollador sudafricano Dwayne Bailey a Teknautas. En Sudáfrica hay 11 lenguas reconocidas como oficiales: el inglés es el idioma nativo de tan solo un 9% de sus más de 50 de millones de habitantes, mientras que el xhosa es el de un 16%.
Dwayne se percató de que el bajo conocimiento de la lengua de Shakespeare por parte de algunos jóvenes podía provocar que no tocaran un ordenador, sin contar con la necesidad de preservar las once lenguas en el mundo digital. Así que este ingeniero mecánico y su mujer, Heather (diseñadora de moda por aquel entonces), se marcaron una meta profesional diferente: “Empoderar a las comunidades” que no hablaran inglés contribuyendo a que los programas estuvieran en su idioma natal. Para conseguirlo, crearon una ONG, Translate.org.za, hace ya más de 15 años.
Evangelistas de la traducción
El matrimonio Bailey es firme defensor del ‘software’ libre. Por eso dirigieron sus esfuerzos a la localización —el vocablo que se utiliza en el mundillo para referirse a la adaptación de un software a una cultura local— de la suite de ofimática OpenOffice, el navegador Mozilla Firefox o el cliente de correo Thunderbird.
“Empezamos con el xhosa y acabamos trabajando en todos los idiomas de Sudáfrica”, señala Heather. Hacerlo animó a otras empresas a traducir su software, pese a que antes hubieran defendido que era “demasiado caro”. “Tres semanas después de que lo lanzáramos [OpenOffice] en estas lenguas, Microsoft empezó a traducir sus productos”, critica Dwayne.
Translate.org.za también comenzó a desarrollar herramientas de código abierto para facilitar la tarea a los que quisieran colaborar en su misión pero carecieran de conocimientos tecnológicos. La idea acabó siendo un éxito y Translate Toolkit, un conjunto de herramientas que facilita trabajar con diferentes formatos de traducción o Pootle, una utilidad web que simplifica enormemente la traducción online, crecieron en usuarios rápidamente.
Translate.org.za también lanzó el primer teclado sudafricano, un programa para incluir caracteres especiales propios de algunas lenguas sudafricanas; desarrolló fuentes que los incluyeran para el idioma venda (un ámbito en el que han seguido trabajando) o crearon correctores ortográficos.
Durante ese tiempo, su pionera labor comenzó a ser reconocida. Recibieron ayudas del Gobierno sudafricano, de empresas como HP o de la Fundación Mozilla, que les concedió una ayuda para mejorar Pootle y hacerlo aún más fácil de usar para cualquier persona que desee traducir software. El éxito de su iniciativa les ha llevado a colaborar con decenas de comunidades de voluntarios y expertos en localización de otros países. “Después se extendió a toda África, trabajamos con gente en Nigeria, en Uganda, en cualquier sitio donde estuvieron interesados en trabajar con nosotros”, detalla Heather.
Ghana, Zimbabue, Tanzania, Kenia o Egipto son otros de los países donde han prestado su apoyo formando a una veintena de comunidades para que aprendan a utilizar su software. De hecho, Dwayne ha estado hace unos meses en Mali, donde ahora los localizadores, a los que él mismo califica como “superhéroes”, adaptan Firefox a diferente idiomas, en un país en el que hay 66 lenguas vivas.
De trabajar para Mozilla a traducir libros
Aunque todavía trabajan con las comunidades locales (han colaborado ya con unas 200 por todo el mundo), los Bailey han tenido que rebuscarse de otra forma en los últimos años ante la ausencia de ayudas. “La única forma que encontramos para mantener nuestro trabajo sin ánimo de lucro fue trabajar por vías con lucro”, explica Dwayne.
Este matrimonio de emprendedores en la traducción de idiomas olvidados fundó entonces Translate House, una empresa en la que presta servicios “entre bastidores” de asesoramiento, alojamiento web y mantenimiento de las plataformas de Pootle para las empresas. Eso sí, continúa siendo un programa gratuito, así que quien lo desee puede utilizarlo y montárselo por su cuenta.
La idea no les ha ido nada mal. Entre sus clientes está la propia Mozilla, que utiliza Pootle para facilitar la localización de Firefox, de su web y de otros cuantos proyectos a más de 70 comunidades. Evernote, LibreOffice y algunos gobiernos también han solicitado sus servicios.
Heather y Dwayne siguen luchando con ese objetivo, aunque en los últimos tiempos trabajan sobre todo evangelizando sobre las ventajas de la traducción local. “[Translate.org.za.] es un campeón duradero de la inclusión digital”, asegura Michelle Thorne, portavoz de la Fundación Mozilla.
El año pasado, esta ONG sudafricana participó en el MozFest, el festival para promover una internet abierta que Mozilla organiza anualmente, explicando cómo crear comunidades y cómo luchar por una Red más inclusiva. El próximo mes de octubre, formarán parte también del que se celebrará en Londres.
Ahora bien, la labor de Translate.org.za. no se centra ya exclusivamente en la localización de software. Se han dado cuenta de que hay muchas lenguas marginadas que tienen otras necesidades para sobrevivir. Solo en África se hablan unas 2.000 lenguas, muchas de ellas en riesgo de desaparición, así que esta pareja también pretende estimular la creación de nuevos contenidos e incluso digitalizar y volver a publicar libros olvidados en diferentes idiomas. “Esto lleva más tiempo, porque conlleva la búsqueda de autores dispuestos a hacerlo en obras agotadas”, explica Heather.
También trabajan en la creación de obras nuevas. De hecho, la propia Heather ha escrito The First 100 words (Las primeras 100 palabras), un volumen que ya ha sido traducido al sotho del norte o al zulú — dos de las lenguas oficiales de Sudáfrica —, al shona de Zimbabue o incluso al galés.
En esta nueva iniciativa de publicación de libros pretenden replicar el modelo que ya iniciaron con sus herramientas de código abierto. “De una forma similar a lo que hacemos con el software, encontramos el libro o lo hacemos con un ilustrador y con un profesor local o un socio al que le encante escribir, ellos [la comunidad] lo traducen, y después creamos el libro y lo publicamos”, explica Heather.
“Por lo que respecta al trabajo que hacemos con las lenguas, nuestros objetivos son muy simples: realmente es que crezcan el número de países y el número de equipos que trabajan activamente en ellas”, añade Dwayne. 15 años después de fundar una novedosa ONG en Sudáfrica, este matrimonio aún sigue luchando porque la tecnología hable todos los idiomas.
Lenguas indígenas de Argentina
En territorio argentino, alrededor de 300000 personas hablan actualmente quince lenguas indígenas con distinto grado de vitalidad y geográficamente distribuidas de manera desigual. Siendo la región del Gran Chaco la que reúne la mayor concentración de pueblos indígenas del país.
Todo estos pueblos deberían poder disponer de las herramientas tecnológicas necesarias para su desarrollo de manera gratuita, libre y en su lengua.
Ahora bien, a las empresas que comercializan software no les interesa invertir en lenguas que solo hablan unos pocos cientos o miles de personas. Por eso es que el Software Libre adquiere relevancia estratégica a la hora de preservar el patrimonio cultural.
Existen varios proyectos, con menor o mayor grado de avance, que propician la alfabetización digital y el empoderamiento tecnológico de los habitantes de pueblos originarios.