drodriguez 31 marzo, 2017

Son estaciones meteorológicas automáticas creadas en el país, para instalar en todo el territorio; permitirán mejorar las mediciones y predicciones.

Salir de casa sin mirar el pronóstico es casi como olvidarse el celular. Ya forma parte de cada uno de nuestros días. Y los meteorólogos son una presencia inedulible de los canales de noticias y medios. Todos llevamos un pequeño meteorólogo dentro cada vez que miramos al cielo y tratamos de entender la forma de una nube, o cuando queremos romper el hielo de una charla con el clásico «¿fresco, no?».

Pero ¿cómo se obtiene toda esa información que hace que los noticieros debatan sobre la velocidad del viento, el tamaño del granizo o sigan metro a metro el movimiento de un huracán?

La sede porteña del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), construida en los ex hangares de la Fuerza Aérea Argentina de la calle Dorrego, en Palermo, hoy es el principal búnker de la región para los organismos de control de clima y fenómenos naturales. Desde este lugar se calibran instrumentos de medición de todos los países de América del sur que forman parte de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), y se controlan en tiempo real decenas de zonas del país, desde pantallas gigantes que muestran mapas, ecuaciones y esas famosas manchas de colores, de las que sólo sabemos que si se acercan al naranja o rojo, vamos a estar en problemas.

«Hace 3 años teníamos que entrar en canoas a este lugar«, confiesa, orgulloso de lo que hoy se ve en esta sede, el meteorólogo Lucas Berengua, un profesional con 15 años de experiencia, al que no podemos llamar «veterano» porque apenas llega a los 30 años de edad. Comenzó a los 15 años como voluntario municipal en su ciudad natal de Azul y nunca paró. Hoy es el responsable del Departamento Redes del SMN, área a cargo de toda la red de dispositivos de observación, oficinas y profesionales desperdigados por el país monitoreando los fenómenos meteorológicos.

Estaciones automáticas

Lucas fue el impulsor del proyecto para crear una Estación Meteorológica Automática (EMA) con diseño 100% local, con el objetivo de optimizar y potenciar la forma en la que estos equipos recolectan datos del clima. Una vez creada el área contrataron, hace un año y medio, a 3 jóvenes diseñadores industriales, Micaela Ameijenda (24 años), María Baltar (26 años) y Pedro Burgos (26 años), con quienes comenzaron el camino para desarrollar desde cero una EMA nacional.

Micaela Ameijenda, María Baltar y Pedro Burgos, junto a prototipos de estaciones automáticas de medición

Pero: ¿qué es una Estación Meteorológica Automática o EMA? A nivel físico es una estructura compuesta por una torre de hierro que puede tener de 2 a 30 metros (dependiendo del fenómeno climático que se quiera medir), posee sensores de varios tipos y una caja que analiza, recolecta, procesa y comunica los datos recabados, así como también alimenta de energía a la estación. En sus formas es similar a una antena de radio o telefonía. Desde lo técnico, una EMA permite automatizar procesos que antes se realizaban en forma manual, transmitir esos datos en períodos de tiempo mucho más cortos que un observador tradicional y ser instaladas en zonas casi inaccesibles para una estructura de oficinas o profesionales humanos, como el Glaciar Perito Moreno, la Antártida o la zona montañosa del Cristo Redentor.

-¿Cómo nació la idea de crear un equipo de diseño de EMAs?

Lucas Berengua: Ya teníamos un equipo conformado dentro del área de Redes, pero era de implementación de la red existente. Desde ese equipo inicial nació la iniciativa de fabricar nuestras propias EMAs para cubrir una serie de necesidades tanto de diseño como de funcionamiento que no nos brindan las actuales. Una EMA se diferencia de una estación convencional (oficinas con meteorólogos y observadores que realizan mediciones en forma manual con instrumental clásico como termómetros o pluviógrafos), en la precisión, cantidad y calidad de información que suministra. De esta forma logramos mejores sondeos de información ya que podemos personalizar los tiempos de funcionamiento (mientras que una estación convencional informa datos en lapsos que van de 30 minutos a 3 horas, una EMA puede transmitir información nueva cada 60 segundos).

¿Qué limitaciones encontraban en las EMAs que ya había?

Lucas Berengua: En su mayoría, las limitaciones están relacionadas con el tipo de terreno que tiene nuestro país, y las distintas personalizaciones que requiere de acuerdo a la ubicación en la que se instale, como altura, viento, urbanismo, flora, fauna, seguridad, etc. Todo eso ahora podemos personalizarlo, pieza por pieza, para resolver cada necesidad.

¿Qué otros países fabrican sus EMAs?

Micaela Ameijenda: Hay muchos países que tienen proyectos similares a este, porque ofrece muchos beneficios en capacidad de respuesta, repuestos y necesidades tanto del terreno como de los distintos climas de cada país.

¿El diseño es propio? ¿Cómo hacen los prototipos?

Micaela Ameijenda: La necesidad local es la de disponer de EMAs que cumplan con muchas situaciones puntuales, tanto geográficas como de personalización y funcionamiento. Nosotros acá tenemos impresoras 3D (Trideo, de fabricación nacional) con las que desarrollamos la estructura en una escala 1:3 para poder resolver uno a uno los problemas que nos plantean los profesionales del SMN, con quienes hablamos en forma permanente. Desde la necesidad de una escalera de cierto tamaño, hasta bandejas rebatibles, mayor altura estructural, seguridad de los operarios de mantenimiento, mejor protección en zonas con clima extremo o para evitar el vandalismo o la rotura por animales salvajes. Con esa información, cada EMA se desarrolla con las necesidades exactas de su ubicación final. Además, disponemos de una velocidad de trabajo óptima para proveer de repuestos o accesorios a cada una de las EMAs y evitar que queden fuera de servicio, así como también optimizar costos.

María Baltar y Micaela Ameijenda muestran prototipos de las estaciones que están creando en el SMN

Pedro Burgos: Como diseñadores industriales tenemos ciertas normativas con las que nos adaptamos a «la realidad» de un presupuesto. Siempre tenemos instancias previas donde imaginamos conceptos futuristas o innovadores, que a pesar de que no terminan realizándose, sirven para aproximarnos a diseños finales más terrenales o accesibles a nivel costos, mejorando, optimizando e incluso reciclando cada pieza del desarrollo, haciendo un producto sustentable y con poca exigencia energética para reducir el impacto ambiental.

¿Estas EMAs reemplazan a otras similares o van a ocupar nuevos puntos de medición?

Lucas Berengua: Ambas cosas. El factor humano es clave para la correcta medición de factores climáticos. En zonas inaccesibles, las EMAs son vitales para poder mantenernos informados. En muchos otros casos, se complementan las automáticas con las manuales. También nos aportan datos sobre lugares de interés científico o tecnológico, agro, glaciares, alta montaña, llanuras, cauces de ríos, etc. Para que una EMA reemplace a una estación manual deben estar trabajando en conjunto durante dos años, unificando y comparando datos para calibrarlas. Igualmente, sin las manuales nos perdemos de información que se obtiene observando, como las nubes, su desplazamiento, estado del suelo, entre otras. A nivel reemplazos, la actual red centenaria de nuestro país nos aporta información que es utilizada a nivel mundial, de ahí su importancia y necesidad de mantenerla en buen estado y actualizada. Puntos de observación tan importantes y poco accesibles para instalar oficinas o depender de humanos, como el Cristo Redentor y el Glaciar Perito Moreno, van a ponerse operativos con EMAs, o sitios que tenían sus observatorios luego del auge de la observación meteorológica en el país entre los ’30 y ’50 y luego los perdieron, o incluso optimizar la obtención de datos en la Antártida, donde existen 6 estaciones de observación convencional argentinas que miden cada 3 horas, y con las EMAs vamos a poder medir cada 10 minutos.

¿Cuál es el valor agregado de las EMAs nacionales?

María Baltar: Hablar con los profesionales nos sirvió muchísimo para entender la rutina de uso de estos equipos, y cómo optimizar lo que hacen y pueden aportar. El mayor desafío fue lograr un diseño que pudiera funcionar al máximo en cualquier tipo de clima o geografía y que no sea utilizado para otras funciones para las que no está previsto. Con esta información, las EMAs que diseñamos son un producto cerrado y completo, pero 100% adaptable a una gran cantidad de necesidades previstas.

Lucas Berengua: Un ejemplo que puede servir para entender la importancia de este equipo es el de los anemómetros. Este sensor sirve para medir el viento y tiene que estar a 10 metros de altura, sobre un soporte, arriba de una torre de tres tramos, que hay que montar tramo por tramo, elevarla, subir para orientarla al norte y cablearla. Con el dispositivo diseñado por los chicos, tanto la torre como el sensor son rebatibles y ya está cableado internamente, lo que significa que sólo lo montás en la estructura y lo manejás desde abajo a nivel configuración y calibración con una sola persona.

Micaela Ameijenda: Conversando con los profesionales pudimos resolver muchos temas delicados como la seguridad personal, que afectaban directamente a los encargados de asistir o instalar las EMAs, como el de los nidos de avispas, algo típico en estructuras convencionales, y que se cobra muchas víctimas regularmente, ya que no son visibles hasta que se abren las cajas de las estaciones.

¿En qué etapa del proyecto se encuentran?

Lucas Berengua: En este momento finalizamos la etapa de desarrollo principal de planos, conceptos y maquetas, aunque igual esto es un proceso permanente de innovación, estamos en la instancia de inicio de fabricación y montaje de prototipos en este mismo predio, para calibrar y realizar test de resistencia y funcionamiento, estimamos para mitad de año. Una vez finalizada esa etapa, comenzamos a fabricar las necesarias para instalar en todo el país.

Pedro Burgos: Haber llegado al prototipo es importante porque dentro del proceso de llegada al producto final, el prototipo es clave para terminar de diseñar. Muy pocas veces un prototipo es la versión final, siempre requiere de ajustes y modificaciones finales antes de su fabricación en serie.

La energía y el entusiasmo del equipo se hace notar cuando tienen que responder si están pensando todo el tiempo en este proyecto. Con una mezcla de vergüenza e inocencia confiesan que levantan la cabeza bastante seguido para ver estructuras de antenas y tomar ideas para mejorarlas. «Yo miro hasta las tuercas» agrega María, con la misma seguridad con la que le confesaría una obsesión al psicólogo.

Una estación automática en la Antártida

144 años de historia meteorológica

El Servicio Meteorológico Nacional fue creado en 1874, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento. Tiene 144 años de vida y fue el tercer organismo meteorológico creado a nivel mundial, después de Hungría en 1870 y Estados Unidos en 1871.

Posee 125 estaciones de observación convencionales (oficinas con profesionales realizando mediciones manuales) y 20 automáticas, en fase de producción o a cargo de proyectos especiales. En este momento la necesidad de la red requiere de una veintena de estaciones más en operaciones para cumplir la demanda de nuestro territorio.

De las casi 150 estaciones meteorológicas, 42 son centenarias: Buenos Aires (Villa Ortúzar) y Córdoba (Barrio Observatorio) son los puntos de observación más antiguos de Argentina y de América latina. Esto exige una gran demanda de mantenimiento y modernización de los sitios históricos de medición climática, ya que nuestro país es pionero regional en el registro meteorológico histórico, información vital para el estudio de los cambios climáticos globales.

«¿Viste cuando se lee o escucha que es el enero más caluroso de los últimos 50 años? Esa información se contrasta con los registros históricos -destaca Lucas Berengua-. Sin eso sería imposible analizar factores cíclicos o comportamientos particulares (lluvias, inundaciones, sequías). La meteorología histórica es clave para el factor productivo del país, y la tecnología actual es una herramienta vital para poder analizar esos volúmenes de información.«

 

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