drodriguez 15 junio, 2018

Vanina Martínez tiene 36 años y fue distinguida por una prestigiosa revista.

Vanina Martínez fue distinguida como una de las investigadoras más prometedoras del mundo en Inteligencia Artificial.

Tras los pasos de uno de sus dos hermanos mayores, Vanina Martínez empezó la licenciatura en Ciencias de la Computación en la Universidad Nacional del Sur (UNS). En 2002, durante un workshop internacional en la Casa de la Cultura de Bahía Blanca, caminaba entre posters y escuchaba cómo sus autores describían problemas y contaban que pensaban resolverlos con planteos basados en Lógica y Matemática. ¿Podré hacer esto? ¿Me dará la cabeza para trabajar de esto?, se preguntaba ella, mientras oía razonamientos que no le eran ajenos, pero sí le parecían muy lejanos. “Lo tengo muy grabado en la memoria. Todo sonaba a ciencia ficción”, recuerda sobre aquel primer contacto con la investigación, decisivo para que decidiera volcarse a la inteligencia artificial. Un campo de investigación que, 16 años después, la tiene entre los diez investigadores que más prometen a nivel mundial.

Así lo entendió la prestigiosa revista IEEE Intelligent Systems, que la ha ubicado en ese selecto grupo junto a cinco científicos chinos, tres norteamericanos y un israelí, todos destacados por sus logros en una especialidad que está revolucionando el mundo.

En plena mudanza desde el Laboratorio de Investigación y Desarrollo de Inteligencia Artificial (Lidia) de la UNS bahiense al Instituto de Ingeniería de Computación de la Universidad de Buenos Aires, la investigadora del Conicet explicó cómo llegó a incursionar en ese terreno. “El Lidia es uno de los grupos más antiguos del país en Inteligencia Artificial. Mis profesores eran investigadores allí y mi ingreso, después de aquel workshop al que me invitaron, fue muy natural”, evocó Vanina, nacida hace 36 años en Darregueira, un pueblo ubicado 180 kilómetros al noroeste de Bahía Blanca. Se unió al Lidia incluso antes de cursar la materia específica de su carrera.

«El concepto de inteligencia artificial es muy raro, y pensar que un programa puede hacer las mismas cosas que un humano es muy loco”, reconoce Vanina sobre aquello que le parecía de película futurista y hoy, pese a los avances extraordinarios, no deja de sorprenderla. “Lo cierto también es que lo naturalizamos rápidamente y lo usamos cada vez más, sin darnos cuenta”, añade, y recuerda que no hace más de una década aparecían los primeros teléfonos inteligentes y surgía el concepto de Big Data, con la explosión del uso de datos.

Algunas aplicaciones, como los programas que hoy reconocen la voz y la cara, existen como algoritmos desde hace 30 o 40 años, pero solo pudieron desarrollarse cuando aparecieron hardwares potentes, con más capacidad de almacenamiento y un flujo de datos mucho mayor”, dice sobre lo que ha logrado el avance y la estandarización de internet en los últimos diez a quince años. Con esa premisa, no se pone límites a la hora de investigar. “Siempre digo que muchas de las cosas que hago, hoy no se pueden implementar, hay que esperar unos años, a que avance la tecnología. Muchas veces los científicos proyectamos y trabajamos sobre expresiones de deseos”, explica.

Al definir su posición dentro del mundo científico, Vanina habla de ser un puente entre la inteligencia artificial (a la que hoy ve en un “punto máximo” de creación) y el manejo de esos datos que fluyen cada vez con más rapidez. “Desde mi trabajo teórico, en el que se utilizan razonamientos lógicos y matemáticos, trato de bajar a la realidad en la que existen grandes bases de datos que la gente utiliza para sus actividades cotidianas”, precisa sobre la línea elegida para el doctorado que la tuvo cinco años en Maryland y el posdoctorado que la llevó dos años más a Oxford, antes de regresar al país en 2014, en el marco de un programa de repatriación.

Los problemas que trato de resolver surgen de una visión de la realidad a la que le busco una solución desde la inteligencia artificial”, explica, antes de revelar un par de líneas de investigación en las que está trabajando. Una, en la que lleva dos años, apunta a modelar los comportamientos de los usuarios en las redes sociales y la otra es sobre ciberseguridad.

Vanina cree que la distinción que recibió como una de las grandes promesas mundiales de su especialidad le dará mayor visibilidad a su trabajo. “Al publicarse en una revista de tanto prestigio, llega a muchos lugares y me están llamando de distintos lugares del mundo”, cuenta, tras terminar una clase en la Ciudad Universitaria, su nueva casa profesional. “Es genial, porque me abre un montón de puertas. Pero por otro lado, hace que la gente vea que en la Argentina se están haciendo cosas muy importantes con el dinero de los impuestos. El Lidia tiene gente de primer nivel y reconocidos. Lo mismo con el Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la UBA. Hacemos ciencia a nivel del Primer Mundo. Y la ciencia lleva a la tecnología y la tecnología al crecimiento del país”, analiza en dos planos sobre el impacto de la distinción que recibió.

 

www.clarin.com