drodriguez 2 septiembre, 2024

Durante la pandemia, Valentín Fravoli y Alejandro Unchalo cursaron los últimos años del secundario en la Escuela Técnica N°2 de Tandil. Para completar su proyecto práctico final, el aislamiento social les impidió realizar pruebas de laboratorio, pero los incentivó a profundizar en la investigación teórica. Recién cuando volvieron a las aulas dieron los primeros pasos prácticos en el desarrollo de bolsas plásticas creadas a partir de cáscaras de cítricos. A fin de año, Citricplas saldrá al mercado.

 

Alejandro tiene 21 años y es un emprendedor nato: ya es dueño de una panadería y un almacén. Valentín, de 22 años, estudia Diagnóstico y Gestión Ambiental y fue quien transformó el quincho de su casa en un laboratorio. Sueñan con expandirse, crear conciencia sobre el cuidado del ambiente y producir a gran escala.

Valentín recuerda cómo nació la idea: «Esto empezó en la Escuela Técnica Nº2. Surgió a partir de un proyecto escolar que te piden para finalizar el ciclo y aprobar el secundario. Queríamos alternativas que sean sustentables y favorables con el ambiente, y bueno, llegamos a este proyecto que es la fabricación de plástico biodegradable a partir de cáscaras de cítricos«.

La escuela técnica nos dio un montón de herramientas, un montón. Y siempre recalcamos que todos los años salen de la escuela técnica proyectos increíbles. En nuestro año salieron proyectos muy buenos que, por cuestiones personales de cada alumno, muchos no se siguieron. De hecho, el único que siguió fue el nuestro”, dijo.

Nuestro primer pantallazo fue querer hacer un plástico a partir de la celulosa de la colilla de cigarrillos. Después nos pusimos a pensarlo, estuvimos ahí dando vueltas unas semanas hasta que dijimos ‘no, estamos generando un desecho a partir de otro y no es lo que queremos. Queremos dar una mirada más ambiental y más amigable’. Entonces buscamos una alternativa degradable y dimos con este proyecto”.

El proceso de producción es tan innovador como su concepción. Los jóvenes recolectan los desechos de las fábricas de mermeladas, utilizando las cáscaras que de otro modo serían desperdiciadas. Fravoli explicó que comenzaron “a recolectar los desechos de las fábricas de mermeladas. Ellos utilizan el fruto y nosotros utilizamos las cáscaras. Utilizamos un desecho y lo convertíamos en un producto como el nuestro«. Además, han encontrado una segunda fuente de materia prima en las naranjas amargas que hay en el centro y algunas plazas de la ciudad.

Fuimos a hablar a la Municipalidad a ver qué opinaban sobre el uso de los cítricos que están en la plaza del centro, también en calle Yrigoyen y además en varias plazas también como en el Parque o en la plaza del Tanque. Y bueno, nos dieron el aval y empezamos a probar. Y nos fue bien, la verdad. A partir de ahí empezamos a utilizar esos cítricos. Muchos han intentado hacer mermeladas, pero, al ser tan amargo, ningún endulzante puede sacarles ese amargor. Entonces nosotros los utilizamos para la fabricación de nuestro plástico”, detalló.

Ellos los desechan, entonces aprovechamos esos residuos para la fabricación de nuestro plástico, porque tratamos de promover la economía circular, que es dejar de producir, consumir y desechar, para producir, consumir y reutilizar. Por eso, en nuestro proceso de producción de plástico no dejamos ningún residuo, si algo se genera, lo tratamos y los volvemos a meter en el proceso”, detalló Valentín.

Las cáscaras y los cítricos son hervidos para hacer una especie de “ablande”, luego les suman otros gelificantes y generan una resina, que en un paso siguiente “planchan”. “Hacemos una lámina delgada, que se tiene que secar unas horas y cuando se seca queda una lámina muy delgada, que después desplegamos y sellamos por calor y ahí formamos las bolsas”, resumió. Llevan invertidos poco más de US$1000.

El plástico que producen es principalmente utilizado para el envasado de productos agrícolas, como semillas y fertilizantes. Este bioplástico tiene un ciclo de vida consciente del medioambiente: «Cuando nosotros o cualquiera usa esas semillas, las termina de usar y ahí mismo donde las usó puede enterrar esta bolsita que tiene un periodo de degradación de entre 15 a 30 días«, explicó Fravoli. Además, Citricplas está trabajando en mejorar las propiedades de su plástico, enviándolo a laboratorios en Mar del Plata para hacer pruebas y abrir nuevas posibilidades en mercados como el alimenticio y cosmético.

Citricplas no solo se destaca por su innovación, sino también por su resiliencia. El proyecto comenzó en plena pandemia, lo que significó un gran desafío: «Iniciar el proyecto en plena pandemia era muy complicado porque nos tocó solamente leer y leer y leer y no poder experimentar nada. Pero bueno, cuando pudimos retomar y volver a los laboratorios ya teníamos bastante pulido lo que era el proceso«.

Hoy en día, Citricplas está en camino de expandir su producción, con el apoyo de un inversor y un asesor que les están ayudando a dar los pasos finales hacia la comercialización a gran escala. Han establecido contactos con industrias importantes, como la productora de jugos Baggio, que desecha toneladas de cáscaras de cítricos diariamente, asegurando así la materia prima necesaria para satisfacer la demanda futura.

Aunque existen otros bioplásticos en el mundo, Citricplas se distingue por su proceso único, ya patentado. En ese sentido, el entrevistado subrayó que el patentamiento se debe a que “mediante investigaciones y demás ya hemos agregado cosas para darle ciertas propiedades al plástico«.

Además de su labor innovadora en la fabricación de plástico biodegradable, Citricplas también está comprometida con la recolección de residuos a cielo abierto, limpiando espacios como el Dique y Las Cavas, y promoviendo la preservación de los ecosistemas.

Nosotros, además de la fabricación del plástico, hacemos recolecciones de residuos a cielo abierto. En Dique, en Las Cavas y otros espacios que son bastante concurridos. Invitamos a todos a seguirnos en las redes sociales -aparecemos como Citricplas- y ahí, cada vez que hacemos una recolección, lo estamos publicando. Es una linda actividad porque no solo vamos a limpiar los espacios, sino que después nos quedamos charlando y haciendo una merienda entre todos para poder charlar sobre el proyecto y cuestiones de los cuidados y la preservación de los ecosistemas”, cerró.

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