Se trata de estudiantes de quinto año del instituto posadeño, que utilizan la robótica, programación e inteligencia artificial en proyectos prácticos.
En una de las aulas del Instituto Santa María, un grupo de estudiantes mira el mundo a través de códigos, sensores y pantallas. No juegan con la tecnología: la moldean. La transforman en ideas aplicables a la vida cotidiana, con la misma naturalidad con la que otros escriben una redacción o resuelven una ecuación. Son parte de los trayectos de Robótica, Programación e Inteligencia Artificial, y ya tienen en marcha proyectos que podrían instalarse, con el tiempo, en cualquier escuela del país.
Lautaro es alumno de quinto Robótica y, junto a su compañero Ivan, está desarrollando una aplicación para controlar robots. No se trata de un juego: están explorando desde temprano la interfaz entre hardware y software. “Todo lo que es la aplicación se hace en torno a lo visual por ahora”, cuenta. Es decir, están usando App Inventor, una plataforma que permite diseñar apps de forma gráfica, sin necesidad de escribir código complejo. Aun así, la idea es avanzar. “Después sí tenemos planeado hacer que funcione correctamente”, dice. El proyecto está en una etapa inicial, pero con una dirección clara: que los robots puedan obedecer órdenes simples desde un celular, como moverse, frenar o girar.
A unos pasos, Ana también trabaja en sus propios desafíos. “Desde el año pasado estuvimos trabajando en HTML y también viendo todo lo que es programación y electrónica”, dice. Su entusiasmo es evidente: valora la experiencia no solo por su utilidad académica, sino por lo que le despierta. “Es un tema muy interesante que nos ayuda mucho”, resume. No se trata solo de aprender a programar, sino de entender cómo funciona el mundo digital que habitamos.
En otra mesa, Agustina y Rosario presentan FaceCheck, un sistema de reconocimiento facial para tomar asistencia automática. El proyecto nació en la materia de Inteligencia Artificial y tiene una lógica sencilla pero poderosa: que una cámara identifique a cada alumno cuando entra y sale del aula, y que esa información se registre en una planilla digital. “Consiste en sacar las fotos de cada uno de nuestros compañeros y poner su nombre y apellido para que esto procese las imágenes”, explican. Están sacando unas 15 fotos por alumno, para que el sistema pueda aprender a reconocerlos con precisión. Con esa base de datos, el software determinará quién estuvo presente, quién llegó tarde y quién faltó.
Lo notable no es sólo la idea, sino el enfoque: trabajan con lógica de proyecto, plantean problemas concretos y buscan resolverlos con herramientas reales. Aprenden haciendo. La escuela no les pide repetir lo que saben, sino imaginar lo que podrían construir.