drodriguez 6 octubre, 2016

Creada por la Fundación Tomás Alva Edison (TAE) y la Universidad de Mendoza (UM), abrió sus puertas en abril de 2016 y atiende a 120 estudiantes de entre 10 y 17 años. «La propuesta es de taller: los chicos vienen a armar, a desarmar y a poner en práctica todos los conocimientos», comenta la directiva de la Fundación TAE, Graciela Bertancud.

Probot School constituye un tiempo y un espacio que apuesta al desarrollo de vocaciones tecnológicas. Para ello facilita la adquisición de conductas, conocimientos y habilidades vinculadas al trabajo colaborativo, la creatividad y la resolución de problemas, entre otros.

La escuela dispone de un programa con seis módulos. En el primero, los alumnos confeccionan un robot escarabajo; en el segundo, un robot seguidor de línea; en el tercero, se aplica más programación. En definitiva, a medida que avanza la cursada, los artefactos y los conocimientos se vuelven más complejos.

Las clases son los sábados, en las instalaciones del colegio de la Fundación TAE (Guaymallén, Mendoza), y los alumnos están divididos en dos grupos: de 10 a 13 años y de 14 a 17 años. «Tenemos algunos estudiantes becados, y las chicas —en particular— representan un 10 por ciento de la matrícula (y va en aumento)», comenta Bertancud.

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«Son chicos y chicas interesados por la temática, con ganas de colaborar y de crear cosas que ayuden a mejorar la calidad de vida de las personas. Llegan con muchas preguntas y nos sorprende su capacidad de autoaprendizaje. También sorprenden a los profesores —que son estudiantes avanzados de Ingeniería en la UM— porque hay conceptos que manejan muy bien», completa.

Una anécdota: a los alumnos se les presentan todo tipo de robots. Y uno tiene unos pequeños sensores que parecen ojos. En una oportunidad, uno de los docentes le dijo a Bertancud (que brinda asesoramiento sobre cómo articular la propuesta pedagógica): «¡A que todos los alumnos me van a decir que son ojitos!». Y ella contestó: «¡A que no! A que reconocen que son sensores». Cuando el profesor presentó el robot y les preguntó por «los ojitos», los estudiantes no solamente identificaron que eran sensores: también le explicaron cómo funcionan en ese tipo de robot.

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Construir y programar en el siglo XXI

En lo relativo al trabajo con electrónica, los estudiantes diseñan, sueldan y arman plaquetas. También utilizan placas Arduino que programan con software acorde a su nivel de conocimientos. Con respecto a esta parte del aprendizaje, la idea es que los alumnos entiendan la lógica de la programación. Y a medida que avanzan por los diferentes trayectos, pasan de programas más «blandos» (de bloque, como Scratch) a otros entornos de programación más complejos y «duros» (de código).

«Hace más de diez años que trabajamos para la inclusión de las TIC en la educación. En el pasado, decíamos que en las aulas había una sinergia que todavía no tenía nombre. Pero hoy creo que la tiene: son las pedagogías emergentes que proporcionan un encuentro con el conocimiento basándose en el trabajo colaborativo y en las inteligencias múltiples. Creo que esta forma de implementar la enseñanza­aprendizaje, atravesada por las tecnologías, permite que los chicos adquieran las habilidades que requieren para los tiempos en que viven», afirma Bertancud.

 

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