Permiten leer lo que se escribe desde el celular y se pueden llevar hasta en gorras.
¿Se podrá hacer algo para ayudar a personas hipoacúsicas?” La pregunta la hizo Tamar Sofía (16), una de las integrantes de un taller de robótica que funciona en la Escuela Técnica 4, en Berazategui, a su coordinador Leandro Dagand (43). “Imagino que sí”, respondió él, y esa duda inicial se materializó en un proyecto concreto: una gorra que facilita la comunicación de quienes tienen discapacidades auditivas.
El nivel de impacto que tiene esta iniciativa es sumamente positivo. Tanto, que las autoridades del distrito ya la declararon de interés municipal. “Yo colaboro en una iglesia que trabaja con vecinos con esta discapacidad y conozco lo difícil que a veces resulta comunicarse con una persona sorda. Así que me acerqué al taller de robótica para ver si podíamos hacer algo”, cuenta Tamar.
“Empezamos a investigar. Consultamos a gente que sabe sobre el tema. Era algo que nos resultaba ajeno porque no teníamos conocidos con esa discapacidad. Fue un arduo y largo proceso de trabajo”, cuenta Leandro sobre los inicios del proyecto, que surgió en este taller abierto y del que participan chicos de la Técnica 4 y también de otras escuelas.
Finalmente encontraron un modelo que les cuadraba: una pequeña pantalla de 3×3 centímetros que, conectada vía bluetooth a una aplicación del celular, proyecta lo que se escriba o diga en el teléfono móvil. El equipo vio que al colocar tres y en una gorra resultaba práctico, aunque la cantidad de pantallas puede variar y también sujetarlas en distintas superficies: desde coserlas en una remera, suéter o campera, hasta amoldarlas a una tabla de superficie sólida. El proyecto estaba hecho y el paso siguiente era testearlo. Fueron a la Escuela 36 de Berazategui, en la que había tres chicas con esta hipoacusia y los resultados fueron formidables.
«Las vimos emocionadas a ellas, a los padres y a los directivos”, dice Erica Ferreira (18), que junto con Santiago Patricio (17), Franco Cruz (16) y los profesores Verónica Ruiz Díaz, Javier Juárez y Mariela Califato también integraron el proyecto.
“Les dimos una oportunidad muy grande. Pensemos que la obra social les cubre una intérprete solo por dos horas”, comenta Erica sobre la importancia que tiene esta iniciativa. “Había un matrimonio que no sabía el lenguaje de señas, y para comunicarse con su hija debían leerle los labios”, agrega Tamar.
Los chicos continúan perfeccionando el modelo. Una de las ideas es lograr que se vincule con un traductor de idiomas, que pueda usarse al ir de viaje. Además, llevarán a una escuela un diseño que puede modificar la forma de interactuar entre el alumno hipoacúsico y el resto de la clase.
“Constará de dos dispositivos: uno lo tendrá la persona con problemas auditivos, en el que se proyectará lo que el docente diga, quien no deberá preocuparse porque lo entienda. El otro aparato se podrá poner, por ejemplo, arriba del pizarrón, en donde se leerá lo que el alumno quiera decir”, explica Leandro entusiasmado y orgulloso de los chicos que crean siempre pensando en la inclusión.